jueves, 11 de mayo de 2017

La Semilla del Areoi, obra del Paul Gauguin

La Semilla del Areoi, obra del Paul Gauguin, del año 1892 y con unas dimensiones de 92 x 72 cm. De la colección del Museo de Arte Moderno, Moma de Nueva York _ Estados Unidos.


Cuando el poeta romántico centro europeo Rainer Maria Rilke aseguraba que “la infancia es la patria del hombre”, sabía que las coordenadas geográficas y los discursos políticos poco tienen que ver con la primera casa que habitamos, el descubrimiento de los sabores y los colores, el ensayo de los balbuceos, la visión desde abajo de una habitación en la que apenas podemos alcanzar nada, ese detalle mínimo (el pomo de una puerta, el mantel, la voz de la vecina) que recordamos toda la vida como por cosa de magia…


El pintor francés Eugène Henri Paul Gauguin (1848-1903), utilizó el arte para buscar sensaciones primigenias, despertar la percepción de la niñez añorada para siempre. Vivía con la idea de recuperar el paraíso perdido y, aunque no pudo encontrarlo nunca, sus cuadros le permitieron habitarlo momentáneamente.


En 1891, viajó a la Polinesia francesa. A partir de ese año se disparan las tonalidades vivas, las formas terminan de abandonar la rigidez de las líneas: el artista había encontrado el estilo que iba a definir sus obras más famosas. La semilla de los Ariois" representa una figura femenina sedente, sentada o reclinada sobre el lecho, a la espera de su amante celestial y en medio de una vegetación exuberante. 


La diosa polinesia está sentada sobre una tela blanca y azul. El estilo de Gauguin funde fuentes extraeuropeas: el antiguo Egipto (en la postura hierática). El Japón (en la relativa ausencia de sombras y modelado y en las manchas de color plano) y Java (en la posición de los brazos, inspirada en un relieve del templo de Borobudur). Pero hay también signos de Occidente, y en concreto algunos aspectos de la postura proceden de una obra del pintor simbolista francés Pierre Puvis de Chavannes. También el color es ecléctico: aunque Gauguin afirmaba haber encontrado su paleta en el paisaje tahitiano, los exquisitos acordes cromáticos de “La semilla de los Artois” deben más a su gusto para la composición que a las realidades visuales de la isla.


Gauguin se sentía fascinado por este mito épico de los Ariois. La figura de Vairaumati le parecía una suerte de Eva mítica, una diosa-madre, fuente a la vida. La leyenda posee ciertos rasgos familiares para un europeo. El dios griego Zeus también se había procurado la compañía de mortales, y el dios cristiano había designado a un pueblo elegido. Trazando un paralelismo con el personaje bíblico de Noé, Gauguin alude a la paloma que trajo la nueva semilla del cielo a la tierra.





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