jueves, 4 de mayo de 2017

"El Viejo Músico", obra de Édouard Manet,


El viejo Músico, obra de Édouard Manet fue realizada en el año 1862 y con unas dimensiones de 1,87 x 2,48 cm. Se encuentra en la Galería Nacional de Arte en Washington D. C. _ Estados Unidos   




El viejo músico es una obra que muestra la influencia de la obra de Gustave Courbet y la pintura española. Es una de las mayores obras de Manet. La vida en París entre los 1850 a 1865 es un periodo de aprendizaje. Durante su formación con Thomas Couture, Manet copió obras de todo género, centrándose en el Renacimiento y en Velázquez, Rubens y Tiziano.


En esas copias sobresalió ya el protagonismo del color puro. y la definición clara de la luz y la sombra, para conseguir una mayor cercanía y expresividad de las figuras. La abstracción de la forma, de gran trascendencia en el futuro, marca sus dibujos y su obra gráfica. En sus composiciones independientes, Manet unió temas españoles, tan de moda en Francia, con retratos de amigos y familiares, dando paso a la representación revolucionaria de la sociedad de París, y del desnudo moderno.



En 1856, fue abrumado por las obras de Diego Velázquez en Viena. Habría de ser una influencia decisiva. Los retratos de Felipe IV enviado a la corte de Viena fueron una revelación para Manet. El viejo músico que retrató Manet, son personajes reales de "un barrio pobre pintoresco", como afirmaba.


El músico sentado es Jean Lagrène, líder de una banda gitana local que ganó su vida como molinillo de órganos y modelo de artista. El hombre del sombrero de copa es Colardet, un recogedor de trapos y ferretero. A la derecha, un hombre llamado Guéroult es echado como el "judío errante", el prototipo del extraño. En sus poses y vestimenta, varias figuras recuerdan las de Diego Velázquez o los campesinos pintados por el artista francés Louis Le Nain del siglo XVII, cuyas obras también habría visto Manet durante sus estudios en el Louvre.


Impasibles y silenciosos, estas personas de los márgenes de la vida parisiense se limitan al estrecho plano del primer plano. Presentados con un desapego neutral, no interactúan, parecen igualmente desconectados entre sí en el ambiente vago e indefinido que habitan. El erizo y el recogedor de trapo miran hacia el músico sentado, pero él no está consciente, centrado en cambio en el espectador fuera de la imagen. El vacío emocional de la pintura de Manet se sentía "moderno" a los espectadores contemporáneos.


La notoriedad de Manet, al menos en las etapas tempranas de su carrera, se debió más a los temas de sus cuadros, considerados escandalosos, que a la novedad de su estilo. Hasta mediados de la década de 1870 no empezó a utilizar técnicas impresionistas. En este sentido, Bownes se muestra bastante convincente al demostrar que, de joven, sin llegar a considerarse un innovador, Manet sí trataba de hacer algo nuevo: buscaba crear un tipo libre de composición que estaría, sin embargo, tan herméticamente organizada en su superficie como los cuadros de Velázquez.















































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