jueves, 23 de marzo de 2017

Mona Lisa, atribuido a Francesco Melzi

Mona Lisa, atribuido a Francesco Melzi, entre los años 1503-1519 y con unas dimensiones de 76,3 x 57 cm. Actualmente se encuentra en el Museo del Prado en Madrid _ España.

Giovanni Francesco Melzi (1493 –1572/73), pintor italiano del Renacimiento, alumno de Leonardo da Vinci. Fue un artista de gran talento que trabajó como secretario y ayudante de Leonardo, quien en sus últimos años no podía usar sus manos.


Fue el albacea y heredero de todos sus escritos y dibujos. A él le debemos la supervivencia del Trattato della Pittura, que él se encargó de organizar y recopilar. Muchos de los dibujos de Leonardo nos son conocidos gracias a las copias que Melzi realizó de su propia mano, siendo en muchos casos el único testimonio que nos ha llegado de ellos cuando los diseños originales no han sobrevivido.


Hasta fechas recientes esta pintura era considerada como una más de las muchas versiones existentes del célebre cuadro homónimo de Leonardo da Vinci conservado en el Museo del Louvre, del que se diferenciaba ante todo por el fondo negro, la menor calidad del dibujo y la ausencia del característico sfumato leonardesco. Procede de la colección real, donde probablemente se registra ya en 1666 en la Galería del Mediodía del Alcázar como una mujer de mano de Leonardo Abince. 


El estudio técnico y la restauración realizados entre 2011 y 2012 han revelado, sin embargo, que se trata de la copia de la Gioconda más temprana conocida hasta el momento y uno de los testimonios más significativos de los procedimientos del taller de Leonardo. La existencia del paisaje bajo el fondo oscuro se detectó a través de una reflectografía infrarroja y una radiografía.


Análisis posteriores permitieron detectar que el repinte era posterior a 1750 y que debajo se conservaba el paisaje original en buen estado, aunque inacabado en algunas zonas, lo que pudo ser la causa de su enmascaramiento.


Los materiales utilizados son de gran calidad y su factura es muy cuidada, a pesar de la inferior calidad respecto al original. Pero su mayor interés reside en que, desde el dibujo preparatorio y hasta casi los últimos estadios se repite el proceso creativo del original. 


Las dimensiones de ambas figuras son idénticas y fueron quizá calcadas partiendo del mismo cartón. La prueba más evidente de que las dos obras fueron realizadas al mismo tiempo es que cada una de las correcciones del dibujo subyacente original se repite en la versión del Prado, lo que demuestra que su autor tuvo en cuenta elementos que Leonardo dibujó en las capas subyacentes pero no incluyó en la superficie.


Todos estos elementos apuntan a un miembro del taller de Leonardo, próximo a Salai o a Francesco Melzi, los alumnos más cercanos al maestro y que tenían acceso directo a sus dibujos de paisaje. Sin embargo, su personalidad artística nos es en gran medida desconocida. Muy pocas obras pueden serle adjudicadas con alguna seguridad, aunque su participación en la producción tardía del taller de Leonardo fue notable.

Vertumno y Pomona.

Parece que su actividad como artista después de la muerte del maestro se redujo a la de un aficionado con talento, que sólo pintó para su propia satisfacción. Aunque Vasari lo elogia como fiel discípulo y guardián del legado de su maestro, no dice una palabra de su valía como pintor.

Además de algunas pinturas, lo más notable de su producción consiste en una serie de dibujos de excepcional calidad, como el Retrato de Leonardo da Vinci que se conserva en el Castillo de Windsor.

Flora, Museo del Hermitage.

A la muerte de Leonardo, Melzi heredó buena parte de las obras artísticas y científicas y colecciones de Leonardo, y administraría lealmente la herencia. Parece que fue una fuente de inestimable valor para las biografías que Vasari y Lomazzo dedicaron a Leonardo. Cuando murió en su finca de Vaprio d'Adda en 1570, sus herederos vendieron la colección de obras de Leonardo, que se dispersó para siempre.


Bibliografía : Biblioteca, Archivo y Documentación del Museo Nacional del Prado










lunes, 20 de marzo de 2017

El monasterio San Benito en Subiaco _ Italia


El monasterio de San Benito, donde comienza la visita de Subiaco, fundado en el 520 dC, fue originalmente conocido como San Silvestre. Es el monasterio benedictino más antiguo de Italia y del mundo, y es uno de los trece monasterios fundados por San Benito en el área de Subiaco. 


Subiaco es un municipio de 9.332 habitantes de la provincia de Roma, a 510 metros de altura,adonde durante siglos, han vivido en la contemplación y en la oración ermitaños y monjes. 


El pintoresco burgo medieval, construido con escalinatas sobre una pared rocosa que domina el valle del Aniene, a la salida del río de la boscosa garganta calcárea donde se encuentran los venerados monasterios benedictinos del Sacro Speco y de Santa Scolastica, es el centro de altísimo interés religioso y artístico.


Con el inicio de la actividad del Sacro Speco, en el siglo XII, para evitar confusiones, los dos monasterios fueron dedicados uno a San Benito y el otro a su hermana Santa Escolástica.
Los siglos X y XI fueron el período de máximo desarrollo: el monasterio recibió el don de muchos bienes y allí se construyó una nueva iglesia románica grande que fue consagrada en 980. Alrededor de 1463, de Alemania, llegaron los dos impresores Conrad Sweynheim (fue un monje e impresor alemán) y Arnoldo Pannartz, gracias de a la obra de los cuales se instaló en el claustro de protocenobio la primera tipografía italiana.


Durante la Segunda Guerra Mundial, fueron destruidas la fachada del monasterio y el primer claustro, restaurados después de la guerra. La visita guiada de Subiaco continúa al en el monasterio de San Benito, que se desarrolla en torno al Sacro Speco (o Santa Cueva), donde el joven San Benito, a principios del siglo VI, pasó tres años de vida como un eremita.


El acceso actual, el punto de partida del itinerario de la visita, pasa por una escalera que conduce al porche. En la puerta gótica hay una cruz en mosaico del siglo XIII; en el fondo está una puerta con frescos del siglo XV de la escuela de Umbría y se entra en la Sala del Capítulo Viejo, llena de pinturas de la escuela de Perugino, fechados de la primera mitad del siglo XVI.


La llamada Escuela de Umbría es la denominación que recibe la escuela pictórica formada en el renacimiento en la región italiana de Umbría. Esta escuela es problemática, seguramente porque no es una escuela de iniciación o de plenitud, sino de transición. Ni siquiera están de acuerdo los historiadores del arte en sus límites cronológicos (para unos se inicia con Piero della Francesca, para otros es la escuela de Perugino), ni aun geográficos estrictos; basta pensar que sus maestros son viajeros y reparten su producción, y aun la centran, en otros lugares; por ejemplo, Perugino tenía al mismo tiempo taller en Perugia y Florencia.


La iglesia inferior lleva al Sagrado. En el fondo se puede admirar la estatua de San Benito en la cueva, esculpida en 1637 por Antonio Raggi. Al salir, se llega e a lo que, hasta 1870, fue el pequeño cementerio de los monjes del Speco. Junto a él está el Jardín de Rosas de San Benito. El acontecimiento, del que es protagonista San Francisco, está representado en una pared por un fresco del siglo XVII, obra del Manenti.


Cuando llegó a estos lugares, San Benito tenía 20 años. Aquí, entre una naturaleza muy exuberante, vivió su experiencia como ermitaño y la cueva que lo hospedó hoy está en el interior del monasterio junto con la capilla de San Romano, el monje que le ayudaba en su aislamiento ermita bajándole la comida por un agujero en el techo.


Según algunos creyente desde aquí se baja por la Escalera Santa que sigue la senda recorrida por Benito y se llega a la primera Capilla de la Virgen y a la Cueva de los Pastores; luego se alcanza una pequeña terraza donde, junto con el Osario de los Monjes, se hallaba el zarzal que San Benito transformó en rosedal: según la tradición parece que el santo se arrojase entre las espinas para alejar las tentaciones.


Hoy en día es un complejo de edificios construidos en diferentes épocas y estilos: desde el primer claustro o “Claustro Renacentista” del siglo XVI, nos adentramos en el “Claustro Gótico” del siglo XIV y, por último, en el “Claustro Cosmatesco” del siglo XIII . El campanario es del siglo XII mientras la Iglesia actual es de finales de 1700, la última de las cinco iglesias que aquí se han estratificado a través de los siglos.















jueves, 16 de marzo de 2017

"Manuela González Velázquez tocando el piano", de Zacarías González Velázquez,


"Manuela González Velázquez tocando el piano", obra de Zacarías González Velázquez, fue realizado en el año 1820 y con unas dimensiones de 62.2 x 82.2 cm. Se encuentra en el Museo Museo Lázaro Galdiano en Madrid _ España.

Pintor español. Fue pintor de cámara y académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, de la que llegó a ser director de pintura y director general. Comenzó su formación en el estudio de Mariano Salvador Maella y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando -dirigida por su padre, el pintor Antonio González Velázquez-, donde fue premiado en 1778 y 1781, respectivamente. Como decorador, destacan los trabajos que realizó al fresco en los reales sitios, en el palacio de El Pardo y en la Casa del Labrador de Aranjuez, con representaciones alegóricas y mitológicas.


Está retratada de medio cuerpo, luciendo un vestido a la moda imperio de talle alto y manga corta, collar y pendientes de perlas, con el cabello ensortijado, adornado por diademas y un vistoso tocado de flores, a modo de corona. La muchacha, que aparenta unos doce años de edad, vuelve su rostro sereno e inexpresivo al espectador, mientras ejecuta una pieza musical, sentada ante un piano, también de estilo imperio, sobra cuyo atril reposa el cuaderno de la partitura cerrado, en el que puede leerse la inscripción: "A. Señorita / Velazquez".


Sobre el frente del teclado están grabadas las iniciales "A.G.V." entrelazadas, con talla vegetal. Identificada la modelo durante muchos años con la propia hija de Zacarías, Ana María González Velázquez, con cuyas iniciales coinciden tanto la inscripción de la partitura como las tallas en el piano, recientemente Núñez Vernis apuntó su verdadera identidad, al afirmar que, en realidad, se trata de la niña Manolita González Velázquez, sobrina del artista, aportando así mismo detalladas noticias biográficas de la modelo.


Así, Manuela González Velázquez y Díaz era hija del arquitecto Isidro González Velázquez -hermano de Zacarías-, y de su segunda esposa, doña María Teresa Díaz Jiménez, calculándose su nacimiento en torno a 1810. Obra maestra absoluta de la producción retratística de Zacarías González Velázquez, el presente lienzo es ejemplo excelente de la absoluta asimilación por este maestro de las doctrinas más ortodoxas del academicismo clasicista importadas de Francia y que tan tímida repercusión tuvieron en la pintura española de los primeros años del siglo XIX.


Así, el retrato revela ciertamente todos los aspectos más característicos del estilo maduro del pintor, despojado ya de todo eco de cualquier afectación del decorativismo rococó: su ejecución precisa, el refinamiento extremo de su dibujo, el torneado de las carnaciones a base de suaves esfumaturas, la limpieza del silueteado del rostro, los grandes ojos almendrados y la boca y la nariz breves son rasgos que, comunes a otros retratos femeninos familiares, se repetirán con frecuencia en los modelos humanos del pintor.


Sus obras se enmarcan en la transición del barroco al neoclasicismo. Las más tempranas muestran un predominio del dibujo sobre el color, mientras que en sus pinturas finales el cromatismo se enriquece y adquiere mayor relevancia, al tiempo que muestra una inclinación preciosista en el tratamiento de las telas y los elementos secundarios, lo que se hace aún más patente en sus retratos.






Bibliografia: http://database.flg.es











lunes, 13 de marzo de 2017

La Casa de la palabra, "la Real Academia Española"



A la vera de Los Jerónimos y del Museo del Prado se encuentra la sede principal de la Real Academia Española, Su diseño es obra del arquitecto madrileño Miguel Aguado de la Sierra, que por entonces también se dedicaba a la enseñanza y ostentaba el cargo de director de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid.


La RAE se fundó en 1713 por iniciativa del marqués de Villena. Un año después, una Real Cédula de Felipe V aprobó que la Academia redactara sus estatutos y concedió a los académicos los mismos privilegios y ventajas que gozaba la servidumbre de la Casa Real. En su fundación, el objetivo de la RAE fue "fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza". No en vano, su escudo tiene inscrita la leyenda Limpia, Fija y da Esplendor.


Miguel Aguado de la Sierra, proyectó una fachada monumental, un salón de actos con palco de madera y una escalera de mármol cuya barandilla se ha convertido en un símbolo de la institución: la forman unos girasoles que giran sobre su tallo y pueden colocarse mirando a quien la sube, lo que suele hacerse cuando se celebra un acto solemne, como la presentación de cada nueva edición del Diccionario de la lengua española, presidida siempre por el Rey. 



La espina dorsal de la RAE son los académicos de número. Son 46, incluido su director, y cada uno de ellos tiene asignado un sillón con una letra mayúscula o minúscula del alfabeto. 


Cada candidato a la Real Academia, siempre por fallecimiento de otro académico ya que el cargo es vitalicio, debe ser presentado al menos por tres académicos de número y obtener la mitad más uno de los votos. Los académicos, dependiendo de su especialidad, se dividen en pequeños grupos llamados comisiones, como la de Vocabulario científico y técnico, Gramática, Ciencias Humanas, Información Lingüística, etc. Cada comisión elabora sus trabajos y los propone semanalmente en el Pleno.

Sillón académico tallado con la A mayúscula,
asignada al lexicógrafo y doctor en Filología Románica,
don Manuel Seco Reymundo. Rubén García Blázquez.

Con indudable maestría resuelve Aguado su tarea en esta obra de corte historicista, que proyecta en un estilo neogriego puro y donde destaca su acceso principal, planteado a través de un pórtico exento de claro orden dórico; su frente tetrástilo (cuatro columnas) resalta sobre el fondo de una fachada de ladrillo rojizo muy cerrada, donde solo aparece un hueco a cada lado, para dar así a la entrada un mayor énfasis.

La sala de pastas 

Especialmente acertado aparece el ático de este edificio, que asemeja el friso de un entablamento dórico griego, en el que las ventanas cumplen la misión de ser triglifos y los medallones a sus lados la de ser metopas. Este ajustado ritmo compositivo se diluye en las fachadas laterales, donde existen abundantes ventanas enmarcadas en piedra.


Todos los jueves, religiosamente de 19:30 a 20:30, los académicos de número acuden a este Pleno. Si llegan antes, quizás tengan tiempo de leer la prensa, tomarse un café o charlar en la Sala de Pastas. En el vestíbulo del Salón de Plenos se encuentran los percheros, dedicados también a cada uno de los académicos y etiquetados por orden de antigüedad.

La Sala de Directores,

En la planta baja los techos sin fin y la madera envuelven otra sala, decorada con los retratos de los directores de la RAE a lo largo de los siglos. En la primera planta se encuentran los legados de Dámaso Alonso y Rodríguez Moñino, dos exquisitas bibliotecas particulares que cedieron a la Academia y que suman cerca de 60.000 volúmenes. El Salón de Actos, que rezuma solemnidad, con las coloridas vidrieras dedicadas a la poesía y la elocuencia, es el escenario de las ceremonias de ingresos y las presentaciones de obras.


Entre todas estas joyas también se encuentra alguna curiosidad, como un fragmento de cráneo que, según decía la condesa Thora Darnel-Hamilton, era del mismísimo Cid Campeador y que Camilo José Cela junto a otros académicos regalaría en su 99 cumpleaños a Menéndez Pidal, gran especialista en la materia.


Hoy nadie ha podido certificar que este hueso pertenezca a don Rodrigo Díaz de Vivar, pero la Academia lo tiene expuesto en una vitrina porque el español no sólo se forja con los grandes relatos literarios, sino también con anécdotas como ésta. ¿O no usamos el mismo idioma al recitar un poema de Góngora que al pedir la vez en el mercado? Por este motivo no se me ocurre un lugar más enigmático para un escritor que la Real Academia Española.

Vista del Salón de Plenos

A este magno edificio, iniciado en 1891, se trasladó la Real Academia de la Lengua en 1984. No obstante, Aguado no acaba ahí su obra y también diseña el bello pedestal donde se asienta la figura de la reina regente, obra realizada por Mariano Benlliure, notable remate para la solución urbanística que posee este espacio.







Bibliografía : http://revista.consumer.es
                    https://blog.esmadrid.com
    

jueves, 9 de marzo de 2017

Jugando ajedrez, obra de Sofonisba Anguissola

Lucia, Minerva y Europa Anguissola jugando ajedrez, obra de Sofonisba Anguissola del año 1555,  con unas dimensiones de 72 x 97. Se encuentra en el Museo de Narodowe (Museo Nacional), Poznan _ Polonia.


Pintora italiana(1530-1626) Perteneciente a una noble familia de Cremona, fue educada en la pintura junto a sus cinco hermanas. Vasari visitó a la familia y dejó constancia de la preparación de Sofonisba tanto en la pintura como en el dibujo. 


La obra representa una escena de carácter familiar en la que Elena y Minerva, juegan al ajedrez ante la risueña mirada de la hermana menor, Europa y en segundo plano, a la derecha. se ve la figura de una criada.


Como en otras obras de Sofonisba Anguissola se produce un interesante juego de miradas que recorre todos los personajes y nunca se cruzan: la criada observa a la pequeña Europa, que sonríe mirando a su hermana Minerva, que adivinamos que va perdiendo en el juego y mira sorprendida a la hermana mayor, Elena, quien a su vez parece buscar la aprobación de la pintora, a la que dirige su mirada.


La criada que aparece observando la escena es probablemente Cornelia Appiani, la misma que pocos años después acompañará a Sofonisba en su viaje a España. La volvemos a encontrar retratada, también en segundo plano, en uno de los pocos autorretratos que la pintora realiza en España en 1561 para enviar a su familia en Italia.


El padre de Sofonisba Anguissola, un noble de Cremona, se preocupó mucho porque sus seis hijas tuvieran una educación elevada, inculcando en ellas el amor por el arte y la literatura. Y lo hizo tan bien, que cinco de ellas se hicieron pintoras y la sexta escritora.


La que llegó más lejos fue la mayor, Sofonisba. En esa época, las mujeres tenían prohibidísimo estudiar anatomía y pintar desnudos (más aún si pertenecían a una familia noble, como es el caso), por lo que les resultaba imposible pintar muchas de las obras de temática mitológica o religiosa. El retrato era la salida más digna.


En 1623, la visitó el pintor flamenco Anton van Dyck, quien pintó varios retratos de ella a principios de 1600, e hizo bosquejos de sus visitas a Sofonisba en su cuadernos de notas. Van Dyck dijo: «Aunque su vista está debilitada, se mantiene aún muy alerta mentalmente». En contra de lo que algunos biógrafos reclaman, ella nunca se llegó a quedar ciega; quizá tuvo cataratas. Murió en Palermo en 1625. Fue internacionalmente aclamada y respetada a lo largo de su vida.

Un total de 50 obras han sido atribuidas con seguridad a Sofonisba. Sus cuadros pueden ser vistos en las galerías en Bérgamo, Budapest, Madrid (Museo del Prado), Milán (Pinacoteca de Brera), Nápoles, Siena y Florencia (Galería Uffizi). 






Bibliografía : http://cuadernodesofonisba.blogspot.com.es

                     Bea Porqueres  (2003). Sofonisba Anguissola 







lunes, 6 de marzo de 2017

El Palacio Laredo obra de Manuel José Laredo

El Palacio Laredo fue construido a finales del siglo XIX gracias al empeño e imaginación del pintor, restaurador, arquitecto, decorador y alcalde de Alcalá, Manuel José Laredo y Ordoño. Se encuentra en Alcalá de Henares en Madrid _ España


Fue un hombre polifacético, que nos recuerda a otros personajes, como don Lázaro Galdiano y el Marqués de Cerralbo en Madrid, grandes coleccionistas que convirtieron sus viviendas en importantes museos debido a su amor al arte. 

Hacia 1872 Laredo comenzó a trabajar como restaurador en Alcalá y poco a poco fue integrándose en la vida de esta ciudad, participando en la creación de muchas de las obras de su época más floreciente. En 1881, para construir su casa, con una gran visión de futuro eligió unos terrenos entonces rodeados por huertas, las llamadas Eras de San Isidro, que se convertirían en el “ensanche” de Alcalá.


De estilo neogótico y mudejar es un capricho artístico y arquitectónico por el que a través de sus salas nos adentramos en un mundo mágico de puertas falsas, espejos y salas llenas de belleza. En la actualidad es Museo Cisneriano y acoge un centro de documentación y una biblioteca especializada que incluye fuentes documentales y bibliográficas relativas a la historia de la Universidad de Alcalá.


Antes de entrar, rodeamos el edificio, adornado por multitud de elementos deliciosos, ventanitas, arcos, torres, celosías y admiramos su apariencia de castillo entre los árboles. La entrada es tan bonita que obliga a detenerse y contemplarla con calma. Junto a la puerta don Manuel instaló unos azulejos del siglo XVI.


Al enterar te encuentras con las primeras vitrinas que muestran piezas del Museo Cisneriano, que tiene aquí su sede, conocida como Sala del Alfarje por su artesonado mudéjar, que proviene del Palacio de Antonio de Mendoza de Guadalajara, del siglo XVI. Una maqueta representa la ciudad de Alcalá tal como era en el siglo XIII.


A continuación, la Sala Árabe, que intenta evocar los ambientes de la Alhambra. En este caso los azulejos del zócalo son verdaderos, cerámicas originales del siglo XV, que proceden del Palacio de Pedro I en Jaén.

El Palacio de Laredo constituye una mezcla de arquetipos y elementos arquitectónicos, escultóricos y decorativos de inspiración diversa, aunque bajo los principios rectores del neomudéjar. El edificio es un conjunto de salas, torres y miradores, porches, terrazas y jardines.


Así, nos encontramos con salas inspiradas en la Alhambra (yeserías, azulejos, artesonados), en los frescos pompeyanos (pinturas o telas pintadas) o en la tradición plateresca, y con motivos decorativos modernistas, góticos, renacentistas, nazaríes y moriscos en general.


Además, Laredo aportó piezas originarias de monumentos de otros lugares, entre ellos artesonados y cupulines del Palacio de los Condes de Tendilla (Guadalajara); bóvedas y columnas del castillo de Santorcaz o columnas del jardín de la Penitenciaría de Jesuitas de Monte Loranca, entre otros.


El salón principal, alrededor del cual están situadas las demás estancias, es el Salón de Reyes, situado bajo el torreón, gran homenaje a la Monarquía, en cuyas paredes están representados desde Alfonso XI hasta Carlos I. Los nervios góticos de la bóveda y las columnas pertenecieron al Castillo de Santorcaz.


Punto central de la vida pública del Palacio Laredo la sala sorprende por su luminosidad y detalles de inspiración gótica, siendo la pieza más llamativa la cúpula del siglo XIV que la remata.
En el salón se puede admirar el virtuosismo empleado por Manuel de Laredo en su obra y, también, valorar sus conocimientos históricos, pues como elemento decorativo principal se observan los retratos de los reyes, reinas y regentes de la Corona Castellana durante época medieval.


La mezcla de varios estilos arquitéctonicos le dan una singularidad al monumento. Su autor se inspiró, no obstante, en lo que se conoció como el movimiento "Arts and Crafts", impulsado por William Morris en Inglaterra. Las decoraciones con pinturas de cada estancia y con diseños ambientales diferentes para cada una, hacen de este edificio un ejemplar de la tendencia modernista de la época, y desde luego de excepcional interés arquitectónico en la Comunidad de Madrid.


Manuel Laredo vivió aquí hasta 1895, en que vendió la propiedad, al parecer, obligado por las deudas. En la visita que tuve en el Palacio, el guía nos explicaba que cuando algún acreedor le buscaba a través de una puerta secreta, se escondía en la torre y desde allí les vigilaba pero finalmente se trasladó a Madrid.

Murió al año siguiente, a la edad de 54 años. Fue enterrado en el antiguo Cementerio de la Almudena.


La familia que lo compró lo donó al Ayuntamiento para que fuera dedicado a difundir todo lo relativo al Cardenal Cisneros, la Universidad y la historia de Alcalá. Este es el objetivo del Centro Internacional de Estudios Históricos Cisneros, de la Universidad de Alcalá, y el Museo Cisneriano.